viernes, 13 de abril de 2012

- ¿Se puede?

- Ah, vaya, ya está aquí. Buenos días; o tardes, o noches. Realmente da igual qué fase del día sea, todo es un ciclo repetivo donde amanecer y anochecer son polos opuestos que se persiguen y se buscan, pero que nunca llegan a encontrarse. Pero bueno, qué modales son los míos, ya estoy desvariando, pase, pase.
- ...
- Ni siquiera me he dignado a presentarme. Verá usted. Soy el Tiempo, mucho gusto. En primer lugar, ahora que ya sabe con quién tiene el placer de hablar, y que conste, señor mío, que no estoy alardeando, si no porque sabrá que las palabras que le digo no son pura fachada, querría felicitarle por sus años, meses, semanas, días, horas, minutos, segundos, y otras unidades menores, hacia ese vórtice desconocido llamado Infinito... de su existencia.
- ...
- Por favor, no se quede con esa cara. ¿Sabe usted? Yo le envidio. Sí, señor, así se lo digo tal como lo oye. ¿Que por qué? Bien. Sencilla y difícil respuesta a la vez, pero me agrada que le interese, por lo que intentaré encontrar una respuesta factible, para ambos. Veamos. ¿Recuerda usted, señor mío, cuando al principio de esta conversación le felicité por su existencia? Sí, se acuerda. Efecto de mi influencia. No se extrañe, por favor, aunque en parte me resulta curiosa su cara de desconocimiento total sobre el asunto. Correcto, he ido muy deprisa dando muchas cosas por resueltas y entendidas. Mis más sinceras disculpas. Pongamos un ejemplo claro y de fácil compresión. Verá usted, yo no me considero una de esas intuiciones puras de las cuales Kant habló, habla, y hablará. Piense tres de mis segundos esta frase y la entenderá perfectamente. Habrá comprobado señor mío, que usted está siguiendo el hilo de la conversación, por ello, le felicito también.
- ...
- Retomando pues mi explicación, puedo exponerle de una forma clara y sencilla todo sobre mí. Comencemos con la pregunta principal: ¿Qué es el tiempo? Mejor en primera persona. No le importa, ¿verdad?
- ...
- Excelente. Así pues: ¿Quién soy? Verá. Yo soy un virus.
- ...
- No, no. Culpa mía. No soy un virus. Los virus se pueden estudiar y conocer. Yo no. A lo que me refiero es a que sería comparable con un virus. Un virus que ha contagiado al mundo y al universo, algo mucho más grande que una pandemia, muchísimo más grande. Un virus desconocido que no para de avanzar, cuyo próximo síntoma, por supuesto universal, se denomina futuro, y los síntomas anteriores ya tratados y que nunca volverán, pasado.
- ...
- De todas maneras, por favor le pido que reflexione un momento acerca de esta paradoja. Sé que no puede comprender tal y como yo quisiera todos los datos acerca de mi persona. Pero es usted avispado, señor mío, se lo noto en la mirada. Haga un último esfuerzo y dedique unos de mis segundos a reflexionar sobre esto. Usted se acuerda de mayor parte de esta conversación. ¿No es así? Bien. La está recordando ahora, es decir, en el presente. Pero nuestra conversación ya pertenece al pasado, y sin embargo recurrimos a ella. Ahora. En este momento.
- ...
- Exacto. Creo que le he dejado un poco descolocado cuando menos, y mi monólogo le está aburriendo un poco, ¿no es así?
- ...
- Pero bueno, dónde están mis modales... ¿Café?

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