miércoles, 9 de enero de 2013

Sus pasos sonaban secos y rítmicos. Derecha, izquierda, sin detenerse hasta llegar a su destino, aunque no lo tuviese.

Murmullo de calles, gentío, tráfico. Una calle ocupada por cientos de personas, pero unas baldosas predestinadas a ser suyas en ese trayecto.

Sacó un cigarrillo del bolsillo y buscó el mechero durante unos segundos. Un murmullo tenue se acercaba. Siguió buscando el mechero inexistente, se le había olvidado en casa. El murmullo fue entonces una melodía que provenía de un piso cercano. Dio por perdido el mechero y se guardó nuevamente el cigarrillo. Tras unos instantes, y sin haberla percibido siquiera, la melodía se apagó. Baldosa a baldosa, consiguió a llegar a ninguna parte, tal y como había planeado.

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