domingo, 10 de marzo de 2013

"Un día le dijeron que tenía que aprender a sonreír y se lo tomó al pie de la letra."

Los ojillos color café siempre brillantes, desprendiendo un aura que hacía cosquillas por todas las células de su piel, y una sonrisa infantil permanente en la cara. Hasta dormida sonreía. No tenía nombre. Todos la llamaban Felicidad, o Alegría... Era sencillo y obvio el por qué. Esa chiquilla no era normal, y muchos llegaron a pensar que estaba loca. No se apenaba nunca por nada. Y nada quiere decir nada.
Supongo que el mundo funciona de esta manera: hay sentimientos fijos, como Alegría, y nosotros estamos compuestos de pequeñas porciones de ella y sus compañeras y amigos, que nos lo han transmitido cuando pasan los años, por medio de situaciones. Unas buenas, otras malas. Mejores y peores, vaya.

Desde luego el mundo y el ser humano son impresionantes. Si lo dice tanta gente, por algo será.

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