lunes, 16 de abril de 2012

En 5 parpadeos recorrí tan sólo algunas de las muchas maravillas del universo, pero realmente no me importó, quedé satisfecha. Mientras me desvanecía, me dio tiempo de rozar el frío Taj Mahal. Entre destellos y un calor reconfortante, llegué a profundos arrecifes de coral donde sirenas y peces hacían burbujas con pequeños universos contenidos en ellas. Con el tercer parpadeo, enseñé a mi Yo pasado a convertir la música en un lienzo de sonido. Al cuarto, y aún con el lienzo en la mano, lo colgué en un extremo de la Luna, pensando lo bien que quedaba ese adorno tan peculiar. Pronto amaneció, y al quinto parpadeo, tú con un joyero.



















- ¿Qué lleva dentro?
- La Luna.
- No te creo.
- ¿Acaso la ves en el cielo?
- No...
Y sin decir nada más, amaneció a tu alrededor y tú te desvaneciste también como la Luna. Esperé meses en una playa de azúcar y champán, y nunca hubo oscuridad. Y cuando estuve a punto de abrir el joyero... Justo en ese momento, me desperté. No había joyero. Ni playa. Sólo vagos recuerdos. Y, además, la Luna seguía en su sitio.

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